lunes, 30 de junio de 2014

REINO UNIDO. QUEJA POR EL ENVÍO DE UN BUQUE CIETÍFICO ARGENTINO A LAS ISLAS GEORGIA


Queja de Gran Bretaña por el envío de un buque científico argentino a las islas Georgia

El gobierno de Cameron se manifestó "sorprendido y decepcionado" por no haber sido notificado sobre la campaña de investigación
La tensión bilateral entre la Argentina y Gran Bretaña por la soberanía de las islas Malvinas volvió a aumentar, con una queja del gobierno de David Cameron por el envío de un buque de investigación a las inmediaciones del archipiélago en disputa.
"El Gobierno de Gran Bretaña recibió la notificación de la Argentina sobre la realización de investigaciones en la subárea 48.3, Georgias del Sur, a través de la secretaría de la CCRVMA el 25 de enero de 2013. Como todos los miembros de la convención son conscientes, las islas Georgias y Sandwich del Sur son un territorio de ultramar del Reino Unido", precisó Jane Rumble, responsable del departamento de Regiones Polares del Foreign Office, en una carta enviada a Andrew Wright, secretario ejecutivo ante la Comisión de Conservación de Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA), con sede en Australia.
"Estamos sorprendidos y decepcionados de que la Argentina no haya tenido la cortesía de comunicar previamente acerca de la investigación que estaba por emprender en nuestras aguas jurisdiccionales", agregó, según reprodujo el diario Ámbito Financiero.
Tal como anunció la presidenta, Cristina Kirchner, el pasado 2 de abril, cuando se cumplieron 31 años desde el comienzo de la guerra de Malvinas, el Gobierno inició una campaña de investigación científica en aguas adyacentes y costeras de las islas Georgias y Sandwich del Sur. Se trata de una iniciativa conjunta del Ministerio de Relaciones Exteriores y el de Agricultura, Ganadería y Pesca para consolidar la presencia en el archipiélago bajo el paraguas de la CCRVMA.
Esta organización internacional, ligada al Tratado del Antártico, fue fundada en 1982, está integrada por 25 países miembros y 11 adherentes, con el objetivo de conservar la fauna y la flora marinas de la Antártida.
El año pasado, Londres estableció unilateralmente un Área de Protección Marítima de un millón de kilómetros cuadrados en torno a las islas Georgias y Sandwich del Sur con el argumento de velar por la conservación de recursos marinos, fijó zonas de prohibición a las capturas y se arrogó el derecho de regular y otorgar licencias de pesca.
En el escrito, Rumble reitera que esa medida está bajo jurisdicción del "Gobierno de Georgias y Sandwich del Sur" y advierte que "el Área de Protección Marítima prohíbe el uso de redes de fondo y cualquier actividad de pesca en algunas áreas incluyendo las 12 millas náuticas alrededor de Georgias, Shag Rocks y Clarke Rocks, excepto que se disponga de un permiso".
El diario económico señala que en un intento de mostrar que la Argentina solicitó el permiso en cuestión -cosa que no sucedió porque como miembro pleno de la Convención, puede efectuar investigaciones sin ese requisito- el gobernador de Malvinas, Nigel Haywood, redactó el Permiso N° WPA/2013/011, que dice: "De acuerdo con la sección 21 de la Ordenanza de Áreas Protegidas, por el presente autorizo al navío de investigación pesquera Eduardo Holmberg a llevar a cabo investigaciones científicas notificadas a la Comisión de Conservación de Recursos Vivos Marinos Antárticos, fechado el 12 de febrero de 2013". El área Malvinas de la cancillería rechazó la autorización británica.
"La notificación de Argentina sobre la investigación no da detalles precisos acerca del área de operación. Nos sentiríamos muy decepcionados si eligen ignorar el daño potencial en las zonas más vulnerables alrededor de Georgias de las actividades propuestas en la investigación y esperaríamos que se contactaran para garantizar que pueda ser considerado un amplio asesoramiento ambiental", agregó Rumble en la nota, en la que solicita a Wright que haga circular el texto entre los miembros de la Comisión.
La campaña del Gobierno está a cargo del buque Eduardo Holmberg, que pertenece al Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero (Inidep). El navío zarpó de Mar del Plata el 26 de abril pasado y se encuentra ahora dentro de la bahía Rey Haakon de la isla San Pedro, la más grande del archipiélago de Georgias. El viaje durará un mes y el objetivo principal es obtener una estimación de abundancia y estado de las poblaciones de especies de mersales, peces que viven cerca del fondo marino..

viernes, 27 de junio de 2014

ARGENTINA - INDIA. EL FUTURO ES FASCINANTE PARA AMBOS PAÍSES. Lamb, Depinder

. Suplemento Comercio Exterior

Depinder Lamba: "El futuro es fascinante para ambos países"

Es cierto, la tecnología facilita los negocios. Es posible que sofisticadas matrices estadísticas elaboren perfiles de mercado a medida. Pero siguen siendo excluyentes dos sillas, una mesa, dos personas y un contrato para sellar un negocio.
Viajar, intercambiar tarjetas, visitar fábricas, entregar muestras, estrecharse las manos sigue siendo el único código universal para integrar cadenas globales de producción.
Son ritos ineludibles, y si bien hay destinos en cuyo camino se recorre hace mucho, en pleno siglo XXI, los empresarios argentinos todavía no caminaron mercados como India, donde contar con perfiles de mercado es casi igual a tomar agua en un colador: siempre algo se va a escapar. "Los hombres seguimos siendo necesarios para hacer negocios", dice Depinder Lamba.
Lamba es un es un pionero en la relación bilateral: "En India, todos se iban a Europa y Estados Unidos a estudiar y trabajar. Yo elegí un destino diferente". No se sabe qué sorprende más de este empresario y consultor de negocios con India y el sudeste asiático: que sea prácticamente el único Sikh (una de las religiones practicadas en India, cuyos seguidores se reconocen por el turbante en la cabeza y por el apellido compartido: Singh) caminando por Buenos Aires, o su español totalmente aporteñado, luego de más de 30 años de vincular intereses entre ambos países. En 1994 realizó la India Products Fair en Buenos Aires, a lo que siguió una serie interminable de "primeras" exposiciones y misiones de India y hacia India.
-¿Qué balance de la evolución de la relación comercial entre la Argentina e India?
-Yo diría que no hemos visto realizada ni siquiera una mínima parte del potencial complementario entre ambas economías. El intercambio no se diversificó, textiles por un lado, materias primas agrícolas por el otro. Todo se mantuvo, por años, en un nivel exploratorio. Pero eso está por cambiar. India se expande hacia nuevos horizontes, y el interés por invertir en el extranjero es enorme. Diariamente se acumulan propuestas en mi casilla, lamba@latinindiaimpex.com.ar para explorar todo tipo de negocios, como en agroindustria, por ejemplo, pero también en servicios, minería, farmacéutica, indumentaria. La Argentina está en la agenda.
-¿A pesar de todo?
-Los hombres de negocios atendemos la coyuntura, claro. Pero cuando poco se ha hecho para "conocerse y complementarse", el largo plazo es lo que importa. Y el futuro es fascinante para ambos países.
-¿Por qué no nos conocemos tanto?
-Sin hablar de culpas, hablemos de responsabilidades. El empresario debe viajar, pero sobre todo orientarse antes. El funcionario diplomático tiene que facilitar, allanar el camino. Es una pena que termine el mandato de Ernesto Álvarez [embajador argentino en India], que hizo mucho, pero es una garantía que siga allá Tomás Ferrari [cónsul argentino en Mumbai]. Además, debemos agradecer que el gobierno de India envió a un embajador senior y eficiente como Amarendra Khatua a la Argentina.
-¿Y usted qué lugar vendría a ocupar?
-(Risas) Tengo la bendición de conocer muy bien ambos lados, países que amo. Todos nos necesitamos mutuamente. Es importante que las cámaras comerciales reciban las inquietudes empresarias y tengan el paraguas de las embajadas. India es un BRIC, es cierto, pero el mundo cambia, muy rápidamente. La relación bilateral, de menos de 2000 millones de dólares, no explica lo que estos dos países pueden hacer. Pero eso está a punto de cambiar, y creo que 2013 será un año de deslumbrante. Pondremos un gran empeño en seminarios, misiones y exposiciones para hermanar comercialmente ambos países..

MALVINAS Y LOS CRUCEROS. Galli, Emiliano

Diario "La Nación". Buenos Aires,

Las Islas Malvinas y los cruceros

El aire se cortaba con un cuchillo el miércoles último en el cóctel de fin de año del Centro de Navegación, realizado en el Club House de un country de Pilar.
El ambiente marítimo no logra despertar de las pesadillas que sufrió este año. Comercialmente, el impacto de las trabas a las importaciones dejó heridas. Operativamente, la complicada relación y dependencia del servicio de remolque de los buques -tomado de hecho por un sindicato- ocasionó (y provoca aún) trastornos aparentemente inadvertidos por las autoridades. Es más fácil lograr un pronunciamiento de la comunidad marítima internacional en señal de repudio por los condicionamientos al remolque en los puertos argentinos que la contestación de una de las tantas cartas cursadas por la institución a ministros y secretarios argentinos.
La amargura, sin embargo, es un remolino que parece no tener fin. A escasas 24 horas de la inauguración oficial de la temporada de cruceros 2012-2013, que espera 162 buques sólo en Buenos Aires (un 15% más que en la temporada anterior), con medio millón de pasajeros, el sector recibió un duro golpe bajo: la agrupación Quebracho y el movimiento Gaucho Rivero irrumpieron en las oficinas de la agencia marítima Shipping Services, provocando destrozos en el edificio y reclamando la suspensión de la recalada de un crucero (el Aidacara, por el cual Carnival contrata a la agencia para cuestiones meramente operativas, no para la venta de pasajes) en las Islas Malvinas. La agencia se vio forzada a suspender, por carta, la recalada. Estos grupos quieren ahora que todas las agencias suspendan este tipo de servicios.
La noticia de la agresión activista llegó al exterior de la siguiente manera: la Argentina "ahorca" la economía de los isleños y "extorsiona" a Gran Bretaña. Tal como sucedió a principios de año con el Adonia de P&O y el Star Princess, que no pudieron recalar en Ushuaia, puerto que hace algunos años recibía apenas 15 cruceros, y que gracias al apoyo y la promoción de las líneas navieras hoy tiene 450 escalas.
La incoherencia y la orfandad política generan estas situaciones: cuestiones delicadas, y de Estado, navegan a la deriva. No se encontrará ni siquiera a un actor de la comunidad marítima naviera local que no defienda apasionadamente la recuperación de las Islas Malvinas. Pero por la vía diplomática, claro está, que es además la política oficial reconocida. Salvo que la heterodoxa diplomacia actual haya optado por recurrir a vías de amedrentamiento delegadas.
La industria de cruceros, el turismo receptivo, tiene un flanco desatendido: buque que vaya o vuelva de Malvinas no podrá tocar Ushuaia o Puerto Madryn por disposición aquellos grupos activistas. Aún cuando el Gobierno autorizó cada recalada y otorgó todos los permisos.

lunes, 23 de junio de 2014

CRISTINA. VIAJARÁ A CHILE.

Diario "La Nación". Buenos Aires, 13  de marzo de 2012.

REINO UNIDO. NUEVO EMBAJADOR EN ARGENTINA

Diario "La Capital". Rosario, 10 de marzo de 2012.

TIMERMAN PIDIO EN EL G-20 QUE EL REINO UNIDO CUMPLA CON LAS RESOLUCIONES DE LA ONU

Diario "La Nación". Buenos Aires, 21 de febrero de 2012.

BRASIL. CONFIRMAN QUE NEGARON EL INGRESO A UN BUQUE INGLÉS. 2011

Diario "La Nación"- Buenos Aires, 13 de enero de 2011.

LOS EFECTOS DE LA GUERRA DE MALVINAS. 1982.


GOBIERNO MILITAR. SU DETERIORO.


CLUB POLÍTICO ARGENTINO. MALVINAS HACIA UNA NUEVA ESTRATEGIA DE COOPERACIÓN



Documentos
Malvinas: Hacia una nueva estrategia de cooperación
BUENS AIRES, 29 de marzo de 2012

Declaración del Club Político Argentino
En vísperas de cumplirse treinta años de la Guerra de Malvinas el Club Político Argentino quiere hacer conocer algunas reflexiones y propuestas sobre la cuestión.

I. En las últimas semanas el gobierno nacional ha puesto un significativo esfuerzo por colocar en el centro de la atención mediática el conflicto austral. En parte lo ha hecho con base en una escalada de gestos, discursos y decisiones de confrontación; en otros casos, a través de la apropiación de algunos símbolos que merecerían una más reflexiva recordación.
En conjunto, estas manifestaciones, antes que enfrentar seriamente el diferendo, corren el albur de entremezclar la interpelación de genuinos sentimientos nacionales con el avivamiento de peligrosos desbordes nacionalistas.
Pero más allá de sus posibles usos, revisar hoy el camino que nos trajo hasta aquí, con la perspectiva que nos ofrecen los largos años transcurridos desde la conflagración en el Atlántico Sur, puede ser también el punto de partida de una reconsideración seria, responsable, plural y democrática que encarrile el conflicto por vías más positivas y prometedoras.

II. La cuestión Malvinas se ubica en una encrucijada de caminos donde convergen justos reclamos, arraigadas tradiciones culturales, dolorosas memorias recientes y ciertas modalidades escasamente realistas de pensarnos como sociedad y de comprender nuestra relación con los otros.
Tal como ha sido enseñada, aprendida y compartida por generaciones, la querella malvinense es una viga maestra de un ideario que vastos sectores de nuestra sociedad asumen con escasa o nula voluntad de revisión crítica; en algunos casos extremos, además, se funde en el caldero de interpretaciones cerriles de nuestra nacionalidad. Comenzar por desarmar esas genealogías que hablan el lenguaje de la unidad sin fisuras, reaccionarias a la hora de reconocer diferencias, y proclives a la imposición de voluntades autoritarias, es un paso ineludible orientado a producir un análisis más sensato de nuestra situación y a promover un diálogo más responsable.
Ciertamente, la Argentina tiene sobre las islas y mares del sur en litigio derechos legítimos. Pero no se trata de derechos absolutos ni de fundamentos incuestionables. Están basados en premisas no compartidas por todos los actores involucrados en el conflicto. Por lo tanto, si decidimos apostar seriamente al diálogo deberemos ser capaces de escuchar las razones de los otros a fin de entablar un proceso maduro de negociación, donde habrá que balancear ventajas, desventajas, puntos de acuerdo y eventuales concesiones guiadas por un fin superior.
En este cuadro, será especialmente necesario discutir en profundidad el significado de la Guerra del Atlántico Sur, el extendido apoyo social que tuvo y los resortes de un imaginario que todavía la vindica, a la vez que asumimos con absoluto realismo sus nefastas consecuencias, que entre otros aspectos destrozó años de pacientes acercamientos con los isleños, militarizó la zona y consolidó una avanzada posicional británica hacia el sector antártico.
Mirar de frente, con humildad y autocrítica, el trizado espejo de esa historia –donde se lamenta con vehemencia el final pero no se cuestiona el inicio de la contienda bélica- tal vez nos prepare mejor para sopesar cuidadosamente las acciones del presente y los pasos a dar en el futuro.

III. La reforma constitucional de 1994 introdujo una Disposición Transitoria que ratifica nuestros derechos sobre las islas y mares australes “respetando el modo de vida de sus habitantes, y conforme a los principios del derecho internacional”. Esta cláusula, cuya redacción no está exenta de polémicas, atravesada por matices y condiciones, puede ser la base de una renovada política de Estado en la materia.
En especial porque su texto deja abierto un amplio espectro de temporalidades, estrategias y decisiones que serán más eficaces en la medida en que cuenten con una clara definición acerca de cuáles son nuestros mejores intereses en el diferendo, un amplio consenso interno basado en una franca deliberación colectiva y una sostenida voluntad diplomática.
En este marco, quizá haya llegado la hora de revisar de raíz las escasas virtudes, los magros frutos y las muchas desventajas de una estrategia de política exterior fundada en la idea del choque permanente como medio idóneo para alcanzar nuestros objetivos.
En particular, esta política orientada a imponerle “costos” a los británicos, tiene a su vez, y de manera creciente, onerosas cargas para nuestros aliados, socios o amigos, al perturbar las relaciones diplomáticas en la región, y en definitiva termina generando gravosos costos para nosotros mismos.
Por contrario, tal vez estemos ante una buena oportunidad para construir las bases de una nueva política, que ciertamente cuenta con valiosos antecedentes a lo largo del último cuarto de siglo de vida democrática, que haga de la cooperación, y no del enfrentamiento, el medio más adecuado para el logro de nuestras metas.

IV. Entre los componentes principales de esta política cooperativa podríamos mencionar los siguientes elementos:
En primer lugar,  redefinir de manera precisa nuestros intereses en el contexto del conflicto. A nuestro entender, los mejores intereses argentinos en el mediano plazo no consisten en una eventual incorporación territorial del archipiélago, sino en una apropiada inserción de nuestro país en el mundo que potencie nuestras oportunidades de desarrollo y la calidad de vida de nuestra ciudadanía.
En segundo término, sería conveniente reducir el tenor político y simbólico de la cuestión pasando a una instancia de diferendo diplomáticamente administrado. En tal sentido, derogar el feriado del 2 de abril y reemplazarlo por una recordación como la del 10 de junio (“Día de la reafirmación de los Derechos Argentinos sobre Malvinas”) sería un paso inicial en una dirección más promisoria. En este esquema, y sin que medie ninguna renuncia formal de nuestros derechos, debemos hacer patente ante la comunidad internacional nuestra visión de que la solución de esta controversia depende de una difícil y paciente negociación que involucre no solamente a los gobiernos de Argentina y Gran Bretaña, sino también a los isleños.
Y finalmente, el eje de la nueva estrategia ha de ser contribuir a instalar en el área un espíritu de cooperación, con arreglo a intereses concretos en diferentes campos: explotación de recursos pesqueros y energéticos, turismo, comunicaciones, desarrollo científico-tecnológico, política ambiental, etc. Esta cooperación tendrá, al menos, dos facetas: por un lado, estará orientada a coordinar esfuerzos y políticas con otros países latinoamericanos; por otro, deberá ser definida por un vector de mutuo beneficio para argentinos, malvinenses y británicos.
Somos conscientes de que se trata de un camino arduo y delicado, y en cuya marcha todavía quedan amargas heridas por cicatrizar; sabemos que estamos proponiendo un enfoque que nos comprometerá durante mucho tiempo con una serie de acciones congruentes pero cuyo eventual éxito no será ni resonante ni inmediato. Pero también creemos que hay una ciudadanía crítica, madura y responsable, cansada de padecer conductas políticas oportunistas. Entendemos que esta ciudadanía tendrá una buena disposición para escuchar propuestas innovadoras, capaces de superar las consignas de un obcecado nacionalismo territorialista, conservador o de izquierda, que nada tiene para ofrecer como promesa de futuro.
Hace treinta años, en tierras malvinenses y en las aguas del mar austral, ofrendaron su vida cientos de soldados y militares argentinos. Muchos de esos combatientes eran hijos de la pobreza o de la marginalidad, todos habitantes de un tiempo violento, ciudadanos a medias de una Argentina sin rumbo. Honrar hoy su digna memoria nos obliga a construir una sociedad más democrática, próspera, pacífica e igualitaria, que ofrezca a los descendientes de aquellos caídos, y a todos los habitantes de nuestro suelo, las oportunidades de vida y de progreso que ellos no pudieron disfrutar.

29 de marzo de 2012
Por el Club Político Argentino:
Henoch Aguiar, Sabrina Ajmechet, Antonio Camou, Marcelo Cavarozzi, Silvia Cornejo, Graciela Fernández Meijide, Guillermo Genta, Ernesto Gore, Victoria Itzcovitz, Alejandro Katz,  Sebastián Katz, Elsa Kraisman, Carlos Kreimer, Aleardo Laría, Héctor Leis, Alicia Lissidini, Darío Macor, Roberto Martínez Nogueira, Federico Merke, Manuel Mora y Araujo, Daniel Muchnik, María Matilde Ollier, Vicente Palermo, Astrid Pikielny, Hugo Quiroga, Roberto Pucci, Carlos Reboratti, Rodolfo Rodil,  Luis Alberto Romero, Guillermo Rozenwurcel, Gabriel C. Salvia, Leonardo E. Stanley, César Tcach, Damián A. Toschi, Guillermo Yanco, Carlos V. Zurita.
- See more at: http://www.clubpoliticoargentino.org/malvinas-hacia-una-nueva-estrategia-de-cooperacion-2/#sthash.UlWZBgT3.dpuf

domingo, 22 de junio de 2014

MALVINAS. UN DEBATE QUE AÚN DIVIDE A LOS ARGENTINOS.Carpena, Ricardo



30 años de Malvinas

Un debate que aún divide a los argentinos

El historiador Mario "Pacho" O'Donnell y el sociólogo Vicente Palermo, en un rico contrapunto sobre el pasado y presente de la "cuestión Malvinas"; 
Por   | LA NACION
No usaron casco ni gatillaron ningún fusil, pero el debate entre Pacho O'Donnell y Vicente Palermo, dos intelectuales con visiones contrapuestas sobre la cuestión Malvinas, tuvo momentos de gran intensidad bélica, algunos tramos en que asumieron lealmente ciertos códigos de toda guerra y un final en el que no pareció haber rendiciones incondicionales ni argumentos heridos de muerte, sino, más bien, dos miradas que deberían enriquecer la discusión que la sociedad todavía se debe sobre un tema doloroso.
O'Donnell, historiador y director del polémico Instituto de Revisionismo Histórico, se mostró previsiblemente alineado con la postura de la Casa Rosada y en sintonía con el supuesto "sentir popular" sobre la causa malvinense, mientras que Palermo, sociólogo y politólogo, aportó su visión crítica y provocadora, tal como consta en el documento que él firmó, junto con intelectuales como Beatriz Sarlo, Luis Alberto Romero, Juan José Sebreli y Santiago Kovadloff, entre otros, en el que se reclama una revisión de la política oficial sobre el conflicto por Malvinas y se propone que la Casa Rosada tenga en cuenta los intereses y la opinión de los isleños. Una postura que les valió una andanada de críticas kirchneristas y que se convirtió en el detonante de este debate que organizó Enfoques.
Pacho O'Donnell y Vicente Palermo, en un debate por Malvinas from lanacion.com on Vimeo . -Palermo, con el documento crítico que difundieron varios intelectuales, ¿sienten que pusieron el dedo en la llaga de la argentinidad?
Palermo: -Diría que el dedo en la llaga de la malvinidad, de esa forma de sentir que llamamos "causa Malvinas", que no tiene directamente que ver con las islas, es una configuración ideológica muy densa y muy arraigada en la Argentina. Al manifestarnos en desacuerdo, automáticamente es un escándalo.
-Ustedes no le dan importancia al concepto de soberanía al hablar de las Malvinas.
Palermo: -La posición del grupo no es renunciar a la soberanía, sino relativizarla y no ponerla como un absoluto que impide otros objetivos. Lo nuevo que el grupo trae es la consideración de los malvinenses como sujetos que tienen deseos válidos. Eso es nuevo en un país que está acostumbrado a decir "los malvinenses no existen". Este es un elemento que tiene que ver sí con la problemática de la soberanía. Lo que decimos es que tiene que haber un proceso de negociación donde interactúen los malvinenses, los argentinos y los británicos, y que se vaya formando a lo largo del tiempo un consenso. No estamos diciendo que la Argentina tiene que renunciar a la soberanía. Hay un campo que tiene que ver con la diplomacia, con el plano jurídico, que hay que mantenerlo, el tema es cómo políticamente eso se convierte en algo productivo y no en lo que es hoy, una vergüenza, un atolladero del cual la Argentina no puede salir porque los gobiernos quieren hacerlo con poca imaginación y mucho énfasis en políticas que no dan ningún resultado.
-Usted, O'Donnell, no creo que coincida...
O'Donnell: -No, conceder el derecho a los malvinenses de la autodeterminación es el punto clave de ese documento. Creí que era un error de redacción. No pensé que un grupo de intelectuales podía asumir tan abiertamente la posición británica, que es reconocer a los malvinenses el derecho a la autodeterminación. A esto siempre se ha negado la Argentina porque sería darle automáticamente la soberanía de las Malvinas a Gran Bretaña: los malvinenses son británicos. Inclusive son los herederos de aquellos que Gran Bretaña desembarcó en las Malvinas al mismo tiempo que expulsaba a los argentinos durante la usurpación, es decir que fueron agentes de la colonización. Por eso sorprendió que un grupo de intelectuales se ocupara de las Malvinas con tanta liviandad como para renunciar lisa y llanamente a la soberanía argentina sobre las islas. Estamos de acuerdo en reconocer a los malvinenses el derecho a curarse, a educarse, a abastecerse, todo lo que quieran a hacer en la Argentina, pero esa es una de las rémoras que han quedado de la absurda invasión por parte de la dictadura cívico-militar del Proceso. Cuando propone Palermo esa negociación hay que entender que eso es lo que los ingleses quieren. Desde la resolución 2065 de 1965, que fue lograda por aquel excelente canciller de Arturo Illia, Miguel Angel Zabala Ortiz, en la cual las Naciones Unidas promovieron que ambos países debían sentarse a conversar, Gran Bretaña jamás aceptó sentarse a conversar con la Argentina. Las razones que sostienen los derechos ingleses en las Malvinas son endebles, no tienen fundamentos históricos ni geográficos, lo único que tienen es la usurpación y el tiempo transcurrido desde entonces. Es interesante pensar por qué Gran Bretaña tiene tanto interés en las Malvinas: se ha desprendido de colonias como la India, como Australia, como sus colonias africanas, y, sin embargo, insiste en la propiedad de estas islas perdidas en el Atlántico. Y eso es importante entenderlo porque si no, no entenderemos cuál es la posición británica, que no tiene que ver con la terquedad, sino con que Gran Bretaña sigue pensando en términos imperiales, lo tiene en la sangre. Además, la presencia de Inglaterra en el Atlántico Sur le da derechos supuestamente en la Antártida, cosa que le va a resultar mucho más difícil a Francia, Alemania o Italia. Y se sabe que la Antártida siempre aparece como un elemento sugerente hacia el futuro, de una importancia cada vez mayor.
-Palermo, ¿ustedes no les dan a las islas la importancia estratégica de la que habla O'Donnell?
Palermo: -En primer lugar, respecto del uso de la palabra autodeterminación, no se está pensando en el concepto de autodeterminación de un pueblo, sino en el derecho que los malvinenses tienen a decidir su propio futuro y poner esa decisión en una mesa de negociaciones. No consideramos que las Malvinas puedan ser un país con sus propias fuerzas armadas, sus propias relaciones exteriores, etcétera. Se trata del reconocimiento a una capacidad y a una voluntad política que los malvinenses tienen como tales, como entidad o como identidad de una comunidad. Por otra parte, eso de que Gran Bretaña nunca quiso negociar no es del todo cierto porque hubo un período, entre fines del gobierno de Illia y principios de la dictadura de Onganía, en el que Inglaterra negociaba en otros términos y donde la posibilidad de una transferencia estuvo muy próxima, pero los malvinenses dijeron "no estamos preparados" y los ingleses dieron marcha atrás. Admito que, en términos generales, el gobierno inglés se ha negado. Pero las condiciones de esa negociación tienen que ser preparadas. Podría tener un alto impacto político y generar condiciones diferentes para una negociación si la Argentina, por ejemplo, le propusiera a Gran Bretaña la fórmula del "paraguas" de la soberanía, si se reconociera a los isleños como sujetos de deseos y si se abandonara la cuestión Malvinas como una de las prioridades de la política exterior, además de otras medidas, simbólicas pero políticamente importantes, como, por ejemplo, eliminar el feriado del 2 de abril y pasarlo al 14 de junio. No estoy pensando en una cosa que se hace de un año para el otro, sino en una política de largo plazo.
O'Donnell: -Palermo utiliza la palabra autodeterminación con una flexibilidad que no la tiene. Esa es la clave de las negociaciones desde el principio de la usurpación. La autodeterminación es el argumento de la oposición británica. Cuando se negociaba a veces se utilizaba la palabra "deseo", que también utilizó Palermo, pero la parte argentina utiliza la palabra "intereses", que, en realidad, es sentarse para conversar sobre ese tema. Me llama la atención que Palermo tome la posición británica: que la celebración debería ser el 14 de junio. Ese día es la derrota, no podemos celebrarla a pesar de que quien lanzó la invasión haya sido la más ominosa dictadura posiblemente del planeta. Pero tiene alguna coincidencia apoyar la autodeterminación con decir que el día de conmemoración debe ser el de la derrota. Ahí perdieron la vida jóvenes que, como los ejércitos en la época de la independencia, dieron su vida en defensa de la patria. ¿Cómo vamos a festejar el día en que murieron?
Palermo: -Yo no la elegiría, pero sí se puede conmemorar el día de la derrota. Alfonsín había puesto el 10 de junio con una intención celebratoria, que no comparto, pero eso fue pasando y llegó el 2 de abril, restituido durante el gobierno de Fernando de la Rúa. Eso fue patético y ha sobrevivido hasta ahora. Conmemorar el 2 de abril, el día que la Argentina invadió las Malvinas, me parece trágico. Conmemorar el día de la derrota tiene sentido porque lo único que hay que hacer es conmemorar a las víctimas, a los que cayeron bajo las balas inglesas, a los que murieron de hambre estaqueados y a los que cayeron en el crucero General Belgrano. El 14 de junio puede ser ese día porque no hay nada que festejar. Hay algo más importante: no esperaba tener que convertirme en un defensor del documento, aunque lo firmé y estoy feliz de haberlo hecho, pero el asunto de la autodeterminación está puesto para producir un impacto político. Es verdad que la palabra autodeterminación está en un vocabulario del derecho internacional, pero no en el contexto político donde queremos ubicarla: nos proponemos patear el tablero de cómo hoy día se entienden las cosas. El uso de la palabra autodeterminación es fuerte, pero de ninguna manera se parece a la posición británica. Es una posición totalmente autónoma y endógena. Un proceso de negociación eventual con británicos e isleños sobre estos carriles sería algo, sin duda, muy dificultoso, pero no imposible como lo es hoy.
-Quizá lo que no se dice, y que sí ha sostenido Palermo, es que así como Gran Bretaña no negocia, la Argentina es inflexible y tampoco negocia. O'Donnell, ¿qué podría ceder nuestro país?
O'Donnell: -La Argentina ha demostrado, salvo en la época de la dictadura cívico-militar, la idea de mejorar las relaciones con los habitantes de las Malvinas. Por eso, el Gobierno está proponiendo que el vuelo sea entre la Argentina y las Malvinas y no entre Chile y las Malvinas. O sea, la Argentina tiene que ser el proveedor de salud, de educación, de alimentos de las islas. Las Malvinas tienen que ir, progresivamente, sintiendo que los argentinos somos sus amigos y que no venimos a destruirlos ni a echarlos de ahí. Como bien dice Palermo, es un trabajo largo.
-Muchos creen que la política del Gobierno en este tema está teñida de intencionalidad política y una buena cuota de sobreactuación.
O'Donnell: -El Gobierno ha considerado que tiene una posición de fuerza que no tenía antes frente a las Malvinas, que es la solidaridad de los países americanos. Y buscar que esta solidaridad, más bien retórica, se transforme en efectiva. Si se extiende, como pasó con Perú, Chile o con Uruguay por la decisión de dificultarles el acceso de los barcos que van hacia las Malvinas, por ejemplo, para Inglaterra puede ser un factor de fuerza y de desprestigio internacional. Después se pueden hacer especulaciones sobre la utilización política de un tema tan sensible como es Malvinas, pero la diferencia entre algunos intelectuales y la generalidad del pueblo es que a la gente le resuena muy intensamente el tema Malvinas, está profundamente incrustado en la esencia de los argentinos.
Palermo: -El Gobierno está haciendo todo lo contrario de lo que habría que hacer. Y sólo tomando algunas cosas de Pacho, que comparto, se ve cómo el Gobierno hace lo contrario. Pacho dice que la Argentina tendría que ser proveedor de esto y de aquello, y el comportamiento del gobierno argentino, al contrario, es de hostigar y de rendir a una ciudadela por hambre, para decirlo de una forma grandilocuente. Eso produce un resultado contrario: aumenta el resentimiento del malvinense. Ese es un camino no sólo inútil, sino perjudicial. Es muy relativo que el gobierno argentino quiera negociar. La posición oficial, para empezar, está un poco enmarcada en la cláusula transitoria número uno de la Constitución, y ahí se dice que el ejercicio de la plena soberanía es un objetivo permanente, de modo tal que no hay una una disposición a negociar, sino una disposición a que Gran Bretaña se siente a la mesa y acepte hacer la transferencia de soberanía. Los sectores más recalcitrantemente malvineros se sienten muy cómodos dentro de esos parámetros. Ha habido innovaciones a lo largo del tiempo, pero no han prosperado. Por ejemplo, en los últimos años del gobierno de Alfonsín o durante la gestión de Guido [Di Tella] que en parte son ridiculizadas con el tema de los ositos Winnie the Pooh, que podrán haber sido ridículos pero el propósito era claramente innovador.
O'Donnell: -Me sorprende que Palermo permanentemente le adjudique la dificultad de negociar a la Argentina. Debería ser un poco crítico también hacia la negación de negociar de Gran Bretaña. Que se va a sentar a conversar cuando, por ejemplo, los países americanos ejerzan una presión que les produzca alguna dificultad económica, algún desprestigio internacional. Creer que se va a sentar a negociar por las buenas es una ingenuidad. Por otra parte, en lo que dice Palermo, los kelpers aparecen como víctimas, pero en este momento están depredando nuestro mar, están concediendo el derecho a perforar nuestro petróleo a compañías internacionales. Los habitantes de las Malvinas no son niños de pecho.
-O'Donnell, usted dijo que el tema Malvinas está muy incorporado como una causa popular entre la gente, pero eso suele conspirar contra las posibilidades de debatirlo más profundamente.
O'Donnell: Sí, seguramente, pero tampoco está mal que quede incorporada a la esencia argentina porque tenemos derecho a sentirnos atacados y agredidos. Nos han quitado un pedazo de la Patagonia. Y me parece bien que en la Argentina, que a veces carece de un sentimiento nacional profundo, se guarde esa indignación patriótica por la usurpación de las Malvinas. Lo que sí es cierto es que hay que tener cuidado de que esto no se transforme en algo utilizable, exacerbado, que pase como de alguna manera intentó hacerlo la dictadura cívico-militar del Proceso.
Palermo: -La causa Malvinas es extorsiva. Hay un mecanismo psicológico de extorsión sobre la gente. En la medida en que es el lugar de la unanimidad nacional, la causa Malvinas es un poco el epítome de esa unanimidad y cuando se la pone en cuestión uno se siente un poco afuera de la Nación. Hay que animarse, hay que tener un cierto coraje intelectual para hacerlo porque enseguida queda mal mirado por el dedo acusador de la causa que dice: "Aquí hay alguien que es probritánico o que no es un buen argentino". Esas cosas combinadas con, por ejemplo, la idea del nacionalismo territorial, ¿cómo se presentan? Diciendo: "En la Argentina hay un déficit de conciencia territorial". Entonces uno está distraído y dice: "Uy, déficit, no. Yo no me pongo abajo del déficit, me corro hacia el nacionalismo territorial, es fuerte.". Y tengo mis dudas respecto del "fervor malvinero" de los argentinos. La causa funciona, y a todo vapor, pero una política de apertura, de redefinición bien planteada, sería acompañada por la gente. La ortodoxia malvinera dice otra cosa y cree que su posición es la que apoyan todos los argentinos. Tengo mis dudas. Creo que hay margen para innovar y para cambiar.

Pacho O'Donnell

Profesión: historiador, médico, escritor
Edad: 70 años
  • "Sorprendió que un grupo de intelectuales se ocupara de las Malvinas con tanta liviandad como para renunciar lisa y llanamente a la soberanía"
  • "El Gobierno tiene una posición de fuerza que no tenía antes, que es la solidaridad de los países americanos"
  • "Hay que tener cuidado de que esto no se transforme en algo utilizable, exacerbado"

Vicente Palermo

Profesión: sociólogo, politólogo
Edad: 61 años
  • "El asunto de la autodeterminación está puesto en el documento para producir un impacto político"
  • "La causa Malvinas es extorsiva. Hay un mecanismo psicológico de extorsión sobre la gente"
  • "El Gobierno está haciendo todo lo contrario de lo que habría que hacer: aumenta el resentimiento del malvinense"

¿SON REALMENTE NUESTRAS LAS MALVINAS? Romero, Luis Alberto

Dos miradas sobre un conflicto que sigue perturbando a los argentinos

¿Son realmente nuestras las Malvinas?

Por   | Para LA NACION
El Gobierno acaba de convocar a la unidad nacional por las Malvinas. Afortunadamente, en tren de paz. Pero es imposible no recordar la convocatoria, treinta años atrás, a una "unión sagrada" similar, que no apela al debate y los acuerdos sino al liderazgo autoritario y a la comunidad de sentimientos. Otra vez, los argentinos se ven en la disyuntiva de aceptarla o ser acusados de falta de patriotismo.
En este revival hay algo profundamente preocupante. El 15 de junio de 1982 -en rigor, la fecha más adecuada para conmemorar estos desdichados sucesos- hubo un amplio consenso para repudiar a los militares. La derrota abrió las puertas a la recuperación democrática, y nadie quiso indagar mucho sobre los términos del consenso. Creo que todos decidimos postergar la cuestión, pero como ocurre en estos casos, hay un momento en que hay que saldar las cuentas. En 1982 hubo quienes reprocharon a los militares el haber ido a la guerra. Pero la mayoría solo les reprochó el haberla perdido. La mayoría aclamante reunida el 2 de abril probablemente habría estado muy satisfecha con un triunfo, cuyas consecuencias no es necesario explicitar. Creo que el ánimo mayoritario no ha cambiado.
La convicción de que la Argentina tiene derechos incuestionables sobre esa tierra irredenta está sólidamente arraigada en el sentido común y en los sentimientos. No es fácil animarse a cuestionarlos públicamente. Malvinas es una de las claves del nacionalismo, una tradición política y cultural que a lo largo del siglo XX fue amalgamando diversas corrientes. Hubo un nacionalismo racial: hasta hace poco en los libros de geografía se decía que la población argentina era predominantemente blanca. También hubo un nacionalismo religioso: la Iglesia sostuvo que la Argentina era una "nación católica", y colocó al resto en un limbo de metecos. Hay un nacionalismo cultural, eterno buscador de un "ser nacional" que exprese nuestra "identidad". Y hay un nacionalismo político: el yrigoyenismo en su momento, y el peronismo luego, se presentaron como la expresión de la nación.
Todas esas versiones, que buscan la unanimidad nacional, están llenas de contradicciones y aporías: en el país hay demasiados morenos, judíos, borgeanos o no peronistas, que desmienten la unanimidad. Lo que las conjuga en un territorio que es el sostén último de la argentinidad. Se supone que las bases de una nación deben estar más allá de las contingencias de la historia. Por eso, nuestro territorio fue siempre argentino, quizá desde la Creación, y todo quien lo habitó fue argentino. Incluso los aborígenes, que desde hace diez mil años ya se ubicaban a un lado u otro de las fronteras.
Base de nuestra nacionalidad, el territorio es intangible, y la amenaza sobre su porción más pequeña conmueve toda la certeza. Allí reside el callejón sin salida de Malvinas. Pocos argentinos las conocen. Pocos podrían decir que les afecta en su vida personal. Pero la "hermanita perdida" está enclavada en el centro mismo del complejo nacionalista. La argentinidad de las Malvinas, menos alegada en el siglo XIX, ha sido afirmada en el siglo XX en todos los ámbitos, comenzando por la escuela. Las islas irredentas están incluidas en todas las versiones del nacionalismo. Cualquier acción destinada a establecer el dominio argentino será celebrada o al menos aprobada. Muchos critican algunas consecuencias de esa idea, particularmente el militarismo. Pero no basta. Es necesario revisar las premisas, si no queremos repetir las conductas, como parece que estamos a punto de hacerlo.
Es cierto que la Argentina tiene sobre Malvinas derechos legítimos para esgrimirlos en una mesa de negociaciones con Gran Bretaña. Pero no son derechos absolutos e incuestionables. Se basan en premisas no compartidas por todos. Del otro lado argumentan a partir de otras premisas. Si creemos en el valor de la discusión, debemos escucharlas. El argumento territorial que esgrimimos se basa en razones geográficas e históricas. Las primeras se expresan en un mapa de la Argentina; lo hemos dibujado tantas veces en la escuela que terminamos por creer que era la realidad. Muy pronto nos llevaremos una sorpresa, cuando descubramos que son muchos los aspirantes a la soberanía sobre nuestro Sector Antártico. En cuanto a Malvinas, debemos enterarnos de que nuestras ideas sobre la Plataforma Submarina y el Mar Epicontinental, que tan convenientemente se extienden hasta incluirlas, no son compartidas por muchos.
En cuanto a la historia, los derechos sobre Malvinas se afirman en su pertenencia al imperio español. Pero hasta el siglo XIX los territorios no tenían nacionalidad; pertenecían a los reyes y las dinastías y en cada tratado de paz se intercambiaban como figuritas. Antes de 1810, Malvinas cambió varias veces de manos, como Colonia del Sacramento -finalmente uruguaya- o las Misiones, que en buena parte quedaron en Brasil. Sobre esta base colonial se puede construir un buen argumento, pero no un derecho absoluto e inalienable.
Luego de 1810, lo que sería el Estado argentino prestó una distraída atención a esas islas, que los ingleses ocuparon por la fuerza en 1833. De esa ocupación quedó una población, un pueblo, que la habita de manera continua desde entonces: los isleños o falklanders , incluidos en la comunidad británica. En ese sentido, Malvinas no constituye un caso colonial clásico, del estilo de India, Indochina o Argelia, donde la reivindicación colonial vino de la mano de la autodeterminación de los pueblos. En Malvinas nunca hubo una población argentina, vencida y sometida. Quienes viven en ella, los falklanders , no quieren ser liberados por la Argentina.
Me resulta difícil pensar en una solución para Malvinas que no se base en la voluntad de sus habitantes, que viven allí desde hace casi dos siglos. Es imposible no tenerlos en cuenta, como lo hace el gobierno argentino. Supongamos que hubiéramos ganado la guerra, ¿que habríamos hecho con los isleños? Quizá los habríamos deportado. O encerrado en un campo de concentración. Quizá habríamos pensado en alguna solución definitiva. Plantear esas ideas extremas -creemos que lejanas de cualquier intención- permite mostrar con claridad los términos del problema.
Podemos obligar a Gran Bretaña a negociar. Y hasta convencerlos. Pero no habrá solución argentina a la cuestión de Malvinas hasta que sus habitantes quieran ser argentinos e ingresen voluntariamente como ciudadanos a su nuevo Estado. Y debemos admitir la posibilidad de que no quieran hacerlo. Porque el Estado que existe en nuestra Constitución remite a un contrato, libremente aceptado, y no a una imposición de la geografía o de la historia.
En tiempos prehistóricos -se cuenta- los hombres elegían su pareja, le daban un garrotazo y la llevaban a su casa. En etapas posteriores los matrimonios se concertaban entre familias o Estados. Hoy lo normal es una aceptación mutua, y eventualmente el cortejo por una de las partes. Hasta ahora intentamos el matrimonio concertado, y probamos con el garrotazo. No hemos logrado nada, salvo alimentar un nacionalismo paranoico de infaustas consecuencias en nuestra propia convivencia. Queda la alternativa de cortejar a los falklanders . Demostrarles las ventajas de integrar el territorio argentino. Estimularlos a que lo conozcan. Facilitarles nuestros hospitales y universidades. Seguramente a Gran Bretaña le será cada vez más difícil competir en esos terrenos. Durante varias décadas, la diplomacia argentina avanzó por esos caminos. Había aviones, médicos y maestros argentinos al servicio de los isleños. Probablemente hubo avances, en un cortejo necesariamente largo. Pero en 1982 recurrimos al garrotazo. Destruimos lo hecho en muchos años. Creamos odio y temor, perfectamente justificados. Perdimos las Malvinas. Y, además, perdimos a muchos argentinos.
Hoy debemos resignarnos a esperar que las heridas de los falklanders se cierren. Pero también necesitamos un trabajo de introspección, para expurgar nuestro imaginario del nacionalismo enfermizo y construir un patriotismo compatible con la democracia institucional. Si no lo hacemos, siempre estaremos listos para el llamado a una "unión sagrada".
© La Nacion
El autor es historiador. Es miembro del Club Político Argentino .

sábado, 21 de junio de 2014

GUERRA DE MALVINAS. CARLOS GRAZIANI

Diario "La Nación". Buenos Aires, 10 de febrero de 2012.

GUERRA DE MALVINAS. LOS RABINOS DE MALVINAS. libro Dobry Hernan

Diario "La Nación". Buenos Aires, 11 de marzo de 2012.

GUERRA DE MALVINAS. ANTISEMITISMO. UN ENCUENTRO QUE DESPERTÓ RECUERDOS Y RECLAMOS


Un encuentro que despertó recuerdos y reclamos

Muchos de ellos jamás se habían visto y ni siquiera sabían de la existencia de los otros, a pesar de que todos comparten no sólo la misma religión sino que, además, los une otro lazo inquebrantable: el haber combatido en Malvinas.
El 22 de febrero, Enfoques juntó por primera vez a diez de ellos junto al Monumento a los caídos en Malvinas, en el barrio de Retiro. Silvio Katz, Sigrid Kogan, Marcelo Wolf, Claudio Szpin, Sergio Vainroj, Pablo Macharowski, Fernando Grunblatt, Jorge Carlos Sztaynberg, Marcelo Lapajufker y Marcelo Eddi, que llegó más tarde y no pudo sumarse a la foto grupal.
Lentamente, se fueron agrupando entre quienes habían formado parte del mismo regimiento y ante la llegada de una cara desconocida siempre surgía la misma pregunta: "¿Vos de dónde sos?".
Con el correr de los minutos, las charlas derivaron en recuerdos y en conversaciones sobre la realidad que viven los veteranos de guerra y los problemas que deben afrontar para poder cobrar sus pensiones, conseguir atención médica y otros beneficios. Compartían experiencias y consejos, como si aún estuvieran en la colimba e intentaran ayudar a un compañero para que no sufriera lo mismo que habían pasado ellos anteriormente.
Casi todos ellos vivieron en carne propia el sinsentido del antisemitismo durante la guerra. Sólo unos pocos fueron la excepción. Marcelo Lapajufker, de la Compañía de Comunicaciones 10, tuvo la suerte de ser uno de esas excepciones y lo es también en cuanto al reclamo dirigido a las instituciones de la colectividad, que los demás mantienen y él relativiza.
Pero el resto tienen aún una herida abierta con la sociedad, en general, y con la comunidad judía en especial, por todos estos años de abandono. "La DAIA nunca hizo nada y la AMIA tampoco. Ellos ni se calentaron en saber cuántos soldados de la colectividad fueron a Malvinas. Cuando volví, no nos dieron más bola, nunca. No me ayudaron en nada. No puedo ir a pararme a la puerta de AMIA y pedirles: ¡Ey!, reconózcanme", afirma Marcelo Eddi.
Sergio Vainroj concuerda: "Era como que el tema de los veteranos de guerra estaba obviado o ausente, lamentablemente. Eso lo llevo con disconformidad. Muchas veces me pregunté: ¿Dónde estuvieron? Incluso, después de Malvinas, por qué no hubo algo contenedor o una mención", explica.
A su vez, Claudio Szpin, opina: "La comunidad se abrió del caso. Desde lo humano, tendría que haber estado ahí, ayudándonos, porque nosotros éramos judíos y seres humanos. No les pedíamos nada, sólo un apretón, un abrazo, y nada más. Lo peor que podés hacer es estar solo, porque estás perdido", reflexiona.
Al igual que al resto de los veteranos de esta guerra, ese destrato general de la sociedad es lo que más daño les provoca, por lo que luchan, diariamente, para evitar que su historia quede en el olvido. Por eso, señalan que se sentirían reconfortados con un reconocimiento de la comunidad, a pesar de que ya pasaron treinta años desde la finalización del conflicto.
"Hace mucho que tendrían que haberlo hecho. Es una deuda y un deber que tienen con nosotros. ¿Por qué desde hace décadas se viene rezando un kadish (oración que recitan las personas que están de duelo) en las sinagogas por todos los muertos en las guerras de Israel? ¿Nosotros que somos? Somos judíos y soldados de otra guerra. Es algo que tendrían que tener muy en cuenta. Están a tiempo todavía", afirma Vainroj.
Szpin coincide: "Siempre están a tiempo. Pero no por mí, ni por nosotros en particular, sino por ellos mismos y, también, por toda la comunidad. No es sólo por uno que quisiera ser reconocido sino para que, por fin, se den cuenta de que cometieron errores"..

GUERRA DE MALVINAS. ANTISEMITISMO


Investigación

Antisemitismo en la Guerra de Malvinas

Humillaciones, golpes y violencia psicológica son algunos de los padecimientos "extras" que debieron sufrir muchos soldados judíos, víctimas del antisemitismo de sus superiores. Enfoques reunió a diez de esos veteranos de guerra que hoy, a 30 años del conflicto, dan testimonio del trato recibido cuando, como todos, arriesgaban la vida en defensa de la patria
Por   | Para LA NACION
Silvio Katz llegó a las Malvinas junto con sus compañeros del Regimiento de Infantería Mecanizada 3 (RIMec 3), de La Tablada, en la mañana soleada del 11 de abril de 1982. Hacía pocos días se había enterado, como los demás, que la Argentina había recuperado las islas, pero ni imaginaba que lo llevarían allí cuando lo subieron en un avión sin asientos en la Base Aérea de El Palomar, con ropa de verano y un fusil que apenas funcionaba.
Ni siquiera había logrado acostumbrarse al frío helado del otoño austral y a la humedad del pozo de zorro en el que vivía, a la espera de que los ingleses desembarcaran, cuando el subteniente Eduardo Flores Ardoino lo devolvió de golpe a la realidad.
"Me castigó todos los días de mi vida por ser judío. Me congelaba las manos en el agua, me tiraba la comida adentro de la mierda y la tenía que buscar con la boca. Me trataba de puto, que todos los judíos éramos cagones y miles de bajezas más. El tipo se regodeaba con lo que me hacía, era feliz viéndome sufrir. Les decía a los demás que les hubiera pasado lo mismo si hubieran sido judíos como yo", recuerda hoy, a casi 30 años del conflicto.
Ni siquiera el comienzo de los bombardeos ingleses, el 1° de mayo, logró que Flores Ardoino dejara de tratarlo a él como a un enemigo. Todo lo contrario, intensificó el maltrato con el correr de los días como si ésa fuera su manera descargar tensiones, pese a que, como todos, Katz pasaba noches enteras sin dormir por los estruendos de las bombas, y además, acumulaba días sin comer porque su superior le impedía que le dieran alimentos.
"Cuando parecía que íbamos a entrar en combate, sacaba una botella de whisky, nos ponía a todos en fila y nos daba un trago, algo para tener calor. Cuando llegaba a mí, decía: 'Usted no porque lo van a matar'. Llegué a pensar que realmente era mejor morir, que ojalá ése fuera el día", recuerda el soldado, quien denunció a su superior ante la Justicia.

Hitler en las islas

Por terrible que fuera, la de Katz no es la única historia que testimonia el ensañamiento de muchos oficiales con soldados judíos mientras defendían la patria durante el conflicto del Atlántico Sur. Sus relatos y las denuncias que plantean forman parte de la investigación realizada para mi libro Los rabinos de Malvinas: La comunidad judía argentina, la guerra del Atlántico Sur y el antisemitismo, que Enfoques adelanta en forma exclusiva.
Si bien es imposible saber la cantidad real de conscriptos israelitas que estuvieron combatiendo en las islas, ya que ni las Fuerzas Armadas ni las instituciones de la colectividad llevaron un registro, este autor logró encontrar a veinticinco de ellos, de los cuales diez se prestaron a participar de esta nota.
En medio de los bombardeos, mientras los ingleses trataban de destruir las defensas antiaéreas argentinas en las islas, un suboficial se sorprendió de que Pablo Macharowski, del Grupo de Artillería Aerotransportado 4, luchara hasta caer herido pese a su condición de judío. "'Qué raro que vos que sos judío estés combatiendo acá', me dijo. Soy argentino, no tiene nada que ver que sea judío o no. Al tipo le maravillaba, como si fuese algo ajeno", resalta.
A algunos kilómetros de distancia, Claudio Szpin, del RIMec 3, vivió una situación similar mientras montaba guardia cerca de su pozo de zorro, junto a su amigo Sergio Vainroj. "Había una cosa de si uno era argentino o no. Era como que por el hecho de ser judío no se terminaba de ser del todo argentino", recuerda hoy.
Mientras tanto, en el continente, grupos de soldados esperaban que les llegara el momento de cruzar a las Malvinas para combatir. Algunos de ellos lograron viajar en medio de la noche, volando a ras del mar, para evitar que los captaran los radares ingleses y que los derribaran.
El 3 de junio, Marcelo Eddi, del Regimiento de Infantería 1 Patricios (RI 1), estaba en Comodoro Rivadavia cuando su superior le ordenó que, junto a sus compañeros, formara frente al galpón sin paredes donde dormían. Allí les anunciaron que la sección Morteros, de la que formaba parte, saldría rumbo a las islas ese mismo día. Cuando estaban a punto de partir, el jefe de su unidad lo separó del grupo y le dijo que no iría porque era judío. Muchos hubieran aprovechado la oportunidad, pero Eddi hizo todo lo posible para viajar y le cambió el lugar a un soldado que temblaba de miedo. El 6 de junio llegó al cerro Dos Hermanas, en la primera línea de fuego. "El teniente primero que nos acompañaba era el hijo de Adolfo Hitler, porque era nazi, se vestía igual y se peinaba con gomina para atrás -relata-. A mí me sacaron a un costado. Entonces, se paró al lado mío y me dijo: 'Voy a llevar todos soldados criollos, no un judío'. Le respondí: "No hay problema. Lo que pasa es que acá son todos valientes, como usted". 'A mí no me conteste, soldado'. ¿Qué va hacer? ¿Me va a pegar, a meter preso? Quédese tranquilo que cuando le tenga que dar la espalda, veremos, le dije y me gritó: 'Judío de mierda'".
Una situación parecida tuvo que vivir Sigrid Kogan, también del RI 1., unas semanas antes, tras la recuperación de las islas cuando su unidad aún estaba formada en Palermo y los oficiales pasaban con la lista seleccionando quiénes irían a Malvinas. Una vez más, el ser judío fue la razón para que sus superiores se ensañaran con él. "Hicieron pasar a todos los soldados en el playón, empezaron a armar una lista y preguntaron: '¿Los judíos no van a ir? ¿Quiénes son los judíos? Ertel, Kogan, un paso para acá' -rememora. Me dijeron: 'Cuando nombre a Fernández, diga presente'. Entonces, yo judío, tuve que dar el apellido de un soldado que no había venido. No estaba en la lista original y terminé yendo a Malvinas por ser judío, sino, no me tocaba."
Su suerte no cambió demasiado cuando llegó a las islas y, menos aún, después de que comenzaron los bombardeos. Cuando se sentía mal prefería quedarse en su trinchera en lugar de consultar a un médico para evitar los maltratos de sus superiores. "Aún en dolorosos momentos evité ir a la enfermería para eludir la repetida respuesta de mi jefe: 'Judío de.'", escribió en su diario personal.
A veces las agresiones rayaban en el absurdo. Un buen ejemplo lo cuenta Adrián Haase, del Regimiento de Infantería Mecanizada 6, de Mercedes. En medio de los bombardeos ingleses sobre el Monte Goat Ridge, lo llamó su superior. "Un día me llamó el subteniente Frinko y me dijo: '¿Sabe una cosa? Yo odio a los judíos'. Yo me quedé duro, ya que me tomó por sorpresa. ¿Por qué?, le pregunté. 'No sé, pero los odio'", recuerda.
Otras veces las razones del antisemitismo no eran tan inasibles y, en todo caso, la forma en que se manifestaba era bien concreta en su violencia y su desprecio. Vainroj padeció el odio de su superior desde que llegó a las islas, cuando nadie preveía que los ingleses iban a animarse a atacarlos.
"Cada tanto, me decían judío de mierda, y cuando no, me daban una sobrecarga de trabajo, por ejemplo, empezar a hacer un pozo de zorro y, después, taparlo y hacer otro. A los demás no se lo hacían", señala.
Sin embargo, esa situación se fue intensificando con el correr de los días y se acentuó cuando comenzaron los bombardeos, al punto de que, en una oportunidad, terminó en una agresión que incluyó a su compañero Szpin, que había salido a defenderlo.
"Cuando los ataques estaban ya avanzados, en junio, recibí una encomienda y el sargento me ordenó: 'Traiga para acá'. Se la quedó para él y me decía: 'Judío de mierda, te traen encomiendas ¿cómo puede ser que el sargento no reciba nada?' -recuerda-. Se ensañó conmigo y me gritó: 'Venga acá, chúpeme la pija'. Se bajó la bragueta y me quería obligar, y yo me hice para un costado. En eso, entró Szpin, vio la escena e intentó defenderme: le pisó el pie, lo empujó y se pegaron. Entonces, se lo llevó con el capitán a decirle que se había insubordinado y que solicitaba que lo mandaran al frente, a la primera línea del combate". Finalmente, un superior intercedió y lo dejó en su posición.
Aunque parezca difícil de creer, algunos de los soldados que recibieron estos maltratos en Malvinas no se sorprendieron demasiado de esa violencia, del abuso de poder y la intolerancia porque ya lo habían padecido mientras realizaban la colimba. la discriminiación contra los judíos no fue una rareza que sólo padecieron las clases 62 y 63, sino que se trataba de un comportamiento habitual en muchos miembros de las Fuerzas Armadas en las décadas anteriores a la derogación del Servicio Militar Obligatorio, en 1995. No era una práctica institucional pero sí algo que sucedía dentro de la institución con demasiada frecuencia.
Las prácticas incluían desde insultos, en su gran mayoría, hasta el maltrato físico, pasando por la sobrecarga especial de trabajos o la realización de tareas insalubres que a otros no les daban. Jorge Carlos Sztaynberg, de la Compañía de Ingenieros Mecanizada 10, de Pablo Podestá, provincia de Buenos Aires, recuerda que los suboficiales sometían a "algunos con maltrato físico. Venía la patada y atrás el 'judío de mierda'".
A su vez, eran sometidos a sesiones de "baile" extra o especiales, muchas veces en terrenos llenos de piedras o a temperaturas extremas. "Eramos cinco soldados judíos y sufríamos una 'persecuta' de aquellas. A las dos de la mañana, nos agarraban y nos sacaban a 'bailar' sólo a nosotros en calzoncillos largos y remera. Era en lugares inhóspitos, en el campo, y nos hacían aplaudir cardos y arrastrarnos entre el barro y el granito. Terminábamos con los codos y los pies sangrando", recuerda Gustavo Guinsburg, de la Jefatura de la Brigada de Infantería Mecanizada 11, de Río Gallegos. Katz concuerda: "Durante la colimba, nos 'bailaban' a todos los judíos como correspondía, una vez o dos por semana", destaca.
Algunos de los castigos buscaban explicarse en razones religiosas vinculadas con la acusación de que los israelitas habían matado a Cristo. "Nos maltrataban, nos decían judío de mierda, que había que matarnos a todos. El oficial Kuffmann decía que nosotros habíamos matado a Jesús, y que teníamos toda la culpa de por vida, que éramos traidores, y que él a mí me iba a hacer cristiano. Me mandaba a misa. Yo me quedaba siempre afuera de la capilla y escuchaba. En un momento, me dice: 'Usted va a hacer de monaguillo'. Acepté y se sorprendió. Me puso la sotana y fui al lado del capellán. 'Muy bien, a usted lo voy a hacer un buen cristiano', me dijo y le respondí: 'Lo único que hice fue ayudar a un cura, pero sigo siendo judío'", afirma Szpin.
"El antisemitismo que había adentro era muy intenso, muy pesado, con amenazas de muerte permanente, con recuerdos del nazismo. Me llegaron a decir: 'No entiendo cómo ustedes están acá, si ya los tendrían que haber matado a todos'", destaca Marcelo Laufer, del RI 1.
Pablo Kreimer, del mismo regimiento, recibió un discurso similar. "Había un cabo que, cuando hicimos la instrucción, se paseaba canturreando: 'Ahí viene Hitler por el paredón, matando judíos para hacer jabón'. Un día me dijo: '¿Sabe que Hitler también fue cabo?' Y le respondí: No me extraña. No le daría para más, como a usted", recuerda.
Incluso, el cabo segundo Fernando Grunblatt, sufrió ese mismo trato en la Armada, a pesar de ser un suboficial. En Malvinas, en cambio, donde estaba al mando de una unidad, no tuvo que sufrir episodios como esos.

El retorno

El general Mario Benjamín Menéndez firmó la rendición argentina el 14 de junio de 1982. Entre los soldados el clima era una mezcla de odio, dolor por la muerte de sus compañeros y amigos, frustración y alivio por el final de casi tres meses de sufrimientos.
Sin embargo, pocos se imaginaban que los padecimientos recién comenzaban y que sus propios compatriotas los tratarían como locos y les darían la espalda cuando intentaron reinsertarse en la vida cotidiana.
Iban de aquí para allá tratando de rearmar sus vidas, volver a estudiar o conseguir trabajo. Nadie quería tomarlos. Eso los desesperaba y deprimía al tal punto que en estos treinta años se han producido más muertes, por suicidios, de las que hubo en los combates.
Las entidades centrales de la comunidad judía fueron consecuentes con la actitud que tuvo la población argentina frente a los veteranos de guerra, ya que no se preocuparon por el estado de los conscriptos israelitas, ni cuando regresaron al continente, ni en los meses siguientes, a pesar de que unas semanas antes habían estado gestionando el envío de los rabinos para prestarles asistencia espiritual (ver recuadro).
Esto provocó un dolor aún mayor entre los ex combatientes, que todavía perdura. Ante esta situación, este autor le planteó al presidente de la DAIA, Aldo Donzis, en dos oportunidades las necesidades que tenían los veteranos de Malvinas judíos, para que realizara un acto en el que les reconocieran lo hecho durante el conflicto e, incluso, le entregó el listado con todos los datos de cada uno de ellos. Nunca obtuvo respuesta.
Pasaron casi tres años desde el último contacto y, hasta el momento, jamás los llamaron. Sólo se pusieron en campaña cuando Szpin, Vainroj y Katz fueron el 17 de noviembre de 2011 a pedirles que por favor les hicieran un homenaje y les permitieran contar su historia en las escuelas de la colectividad. Aún siguen esperando una respuesta..